¿Qué es la Felicidad Interior Bruta? 4/5 (1)

El concepto de Felicidad Interior Bruta (FIB), nació en contraposición a otro término más conocido en el mundo occidental que es el Producto Interior Bruto (PIB) en un pequeño país conocido como reino de Bután. Es un país montañoso situado en el Sur de Asia y localizado en el Himalaya y donde la religión predominante es el budismo. Como país, se propuso un reto novedoso y sorprendente, abriendo así ventanas a una forma de pensamiento distinto, utilizando como fuente de riqueza el indicador de felicidad de sus habitantes. Se abre una puerta a una manera diferente de ver y hacer las cosas midiendo simplemente la felicidad de todos sus habitantes. El indicador FIB o Felicidad Interior Bruta no tiene una definición cuantitativa, es una condición cualitativa que califica el bienestar y la felicidad. La medición se realiza a través de un cuestionario de 180 preguntas que considera nueve dimensiones del conjunto de la población:

1. Bienestar psicológico
2. Uso del tiempo 
3. Vitalidad de la comunidad
4. Nivel cultural
5. Nivel sanitario
6. Nivel educativo.
7. Diversidad medioambiental.
8. Nivel de vida.
9. Gobierno.

El término fue acuñado por el rey Jigme Singye Wangchuck en 1972 quien dando inicio a su reinado se encontró ante la difícil decisión de elegir el camino por el que quería conducir a su pueblo. Ejemplos más allá de sus fronteras no le faltaban, la mayoría eran modelos que coincidían en un gobierno y grupo de ciudadanos concentrados en alcanzar riqueza económica. El problema radicaba en que estos modelos tenían muchas grietas: por un lado, sólo algunos lograban alcanzar esa riqueza tan ansiada que se acumulaba  en pocas manos dejando a otros en la miseria. Por otro lado, ese objetivo único de obtener dinero en base a la explotación de recursos, dejaba el medio ambiente desprotegido y aniquilado. Pensó entonces que su gobierno y sus ciudadanos debían entonces plantearse otros objetivos fuera de los meramente económicos.

La felicidad por supuesto tiene que ver también con términos económicos, pues eso  permite al gobierno poner a disposición del pueblo los recursos básicos como son la sanidad y la educación. Cuando el foco incide más en estos nuevos indicadores, los resultados son irremediablemente distintos.

¿Qué hace a los ciudadanos felices? Con esta pregunta traspasa el poder también al pueblo, convirtiendo así a Bután en una monarquía parlamentaria en 2008 y en la democracia más joven del mundo donde la filosofía de desarrollo de la FIB es el orgullo de sus habitantes.

La FIB se fundamenta en los siguientes principios:

– Buena gestión de los asuntos públicos
– Desarrollo económico equilibrado
– Conservación del medio ambiente
– Preservación y fomento de la cultura

Sobre todo, el gran éxito de este modelo de desarrollo en Bután es el estar consiguiendo abrazar la modernidad y la globalización dejando intactos los valores y tradiciones propias. Bután, no sólo obtiene lo mejor del progreso, sino que no permite que este arrastre la esencia de su cultura. De esta forma Bután se ha convertido hoy en un verdadero campo de cultivo fértil para nuevas ideas y nuevas formas de hacer las cosas en el que muchos países tienen puestos hoy sus ojos y sus esperanzas.

Sé que las comparaciones son odiosas, pues se trata de un país muy pequeño y con una filosofía de vida oriental que es muy diferente a la nuestra. Así España ocupa el lugar 23 en los índices de prosperidad (lo que más se puede parecer a la FIB). Como hemos visto la sanidad y la educación juegan un papel destacado. Para que este índice suba es menester cuidar a ambos de manera exquisita. Pero como sugerencia ¿no sería genial que nuestros gobernantes tomaran nota y se pusieran a trabajar en lo que verdaderamente nos preocupa?

Es bueno tener la referencia de esta felicidad colectiva. También es muy importante ser conscientes que a pesar de todo existe una felicidad personal de la que nosotros mismos somos sus dueños. Según Maslow y su famosa pirámide la felicidad ésta tiene sus escalas.


Mi propuesta de felicidad para ustedes es incluso más simple. ¿Creen que resultará?
 
Les dejo con un video explicativo de la FIB que me parece sumamente interesante.

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Lágrimas de papel


Los médicos por el simple hecho de serlo estamos siempre en contacto con el sufrimiento humano. A través de los enfermos deshilamos historias que a veces se antojan desgarradoras y en las que la palabra se queda muda pues no encuentra una buena respuesta a tanto dolor. Este sufrimiento es en ocasiones físico, en otras psíquico y ambos pueden desdibujarse o complementarse. Hay un sufrimiento que conduce al arrojo, a la fortaleza, al instinto humano más profundo por sobrevivir que hace grande a su poseedor cuando lo vive y lo supera. Hay otras veces en la que el sufrimiento parece no conducir a nada, sólo a producir una profunda amargura y una sensación de que tu vida es más canina que humana. Es difícil dar sentido a las profundas experiencias de sufrimiento y sobretodo resulta muy difícil describirlo con palabras. Acompañar al que sufre es a veces la única herramienta posible y no debemos subestimarla nunca.
“Lágrimas de papel” es un libro escrito en 2009 por el Dr Jose Antonio Trujillo (@Joseatrujillo), conocido ya en una entrada anterior en la que hacía referencia a la Medicina con Alma. Este libro de difícil clasificación según su autor, bien podría describirse como un ensayo sobre el sufrimiento a través de tres grandes figuras de la Literatura: Francisco Umbral, Sándor Márai y C.S Lewis. Trujillo coge la pluma cual bisturí y procede a hacer una disección literaria y humana de los tres personajes acercándonos a esos seres increíbles desde su yo más doliente, sintiéndolos en su fragilidad y en su vulnerabilidad, en sus porqués, en sus admirables y dignas biografías, en sus respectivas  formas de vivir, de entender  y de describir emociones a flor de piel. El cáncer también se cuela en algunas de estas historias, en tiempos en que su cara amable no parecía querer hacer acto de presencia. Es un libro francamente recomendable para todo aquel que quiera profundizar o desenmarañar un sentimiento tan complejo y sobretodo tan tremenda y característicamente humano. No ha sido un libro de gran repercusión mediática. Por eso quiero hacerlo despertar de su letargo y me parece apropiado hacerlo visible a los lectores a través del blog.

Este es un libro de aquellos que se hacen querer, no sólo porque se vislumbre el profundo cariño y admiración que el autor tiene sobre estos tres gigantes de la literatura, sino porque supone el principio y las bases de un ambicioso proyecto de Medicina Basada en el Humanismo. Confío por el bien de todos (médicos y pacientes) que cuaje y sea todo un éxito en nuestro país y fuera de nuestras fronteras. Porque cultivar el Humanismo en Medicina nunca está de más. Nos enriquece y nos ennoblece.

Quiero desde aquí dar las gracias a su autor por escribir esta obra y felicitarle por el magnífico trabajo realizado en él.

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Ese tren…que es la vida 5/5 (1)

Como dice Paulo Coelho, las lágrimas son palabras que necesitan ser escritas. Esas lágrimas de entonces van a adquirir forma de escritura hoy. Hace ya la friolera de 20 años, que en mi “storytelling” se produjo un renacimiento en un 30 de Julio. Fue tras un aparatoso accidente de tráfico cuando mi familia y yo nos dirigíamos desde Barcelona a una boda de un amigo en Madrid. Sucedió en la autovía a la altura de un pueblo soriano conocido como Arcos de Jalón.

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Cineterapia oncológica: Tierras de penumbra.(Shadowlands) Reino Unido. Richard Attenborough. 1993 5/5 (1)

“Tierras de penumbra” es un largometraje británico dirigido por Richard Attenborough en 1993, de corte muy elegante y cuidado que le valió dos Premios BAFTA y dos nominaciones a los Oscar, así como otros importantes galardones y nominaciones. Ambientada en los años 50, narra parte de la biografía real de  C.S. Lewis, encarnado en el actor Anthony Hopkins, profesor de literatura en Oxford y un reputado escritor (conocido en España especialmente por ser el autor de la que luego trascendería en formato de película, Crónicas de Narnia). Él es un hombre soltero que vive con su hermano de forma casi monacal, totalmente desconectado de la realidad, encerrado en el mundo de la enseñanza y de los libros. Un día irrumpe en su vida una espontánea Joy Gresham encarnada por Debra Winger, una poetisa estadounidense divorciada y gran admiradora suya, que está de viaje por Inglaterra con su hijo Douglas y que desea fervientemente conocerlo en persona.
C.S. Lewis coge un tren tardío. Tras un tiempo de relación epistolar y con la vuelta de Joy a Londres contrae un matrimonio de conveniencia para que pueda ella obtener la nacionalidad británica. Se entabla una curiosa relación platónica por el contraste entre la personalidad de ambos. Ella es diagnosticada de un cáncer óseo que hace temer por su vida de forma inminente. Nace entonces una conmovedora de amor con mayúsculas que el propio autor en su día describió en su libro  “Una pena en observación“. C.S. Lewis decide entonces casarse en una ceremonia religiosa prácticamente “in articulo mortis“. Sin embargo, Joy mejora de forma inesperada gracias a la aplicación de un tratamiento con radioterapia, con curiosas imágenes sobre la especialidad naciente en aquel entonces y les concede un tiempo de felicidad que aprovechan en forma de un viaje a Irlanda.

Anthony Hopkins, sin ninguna duda, nos deleita con una clase magistral de interpretación sobre el dolor y el sufrimiento que queda grabada en la retina del espectador hasta mucho después de acabada la película. Hay altas dosis de emotividad, pero no deja regusto amargo, sino que nos regala ante todo el ejemplo de un gran ser humano y escritor. No dejen de verla.

“El dolor de hoy es parte de la felicidad de ayer” C.S.Lewis

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Sala de espera

Ya saben el dicho del que espera, desespera. Hoy me he encontrado con una situación que me ha dado qué pensar. A menudo, los profesionales sanitarios estamos muy focalizados en nuestros quehaceres y no prestamos la suficiente atención de lo que ocurre a nuestro alrededor y muy cerca de nosotros. En concreto me voy a referir a las situaciones, muchas veces kafkianas, que se producen en la sala de espera de los pacientes que aguardan pacientemente su turno (o no, pues de todo hay en la viña del señor) para que les apliquen la correspondiente sesión de radioterapia.

Pero antes de explicar esas situaciones cotidianas y quiero pensar que inconscientes, voy a tratar de recordar cómo trabajamos en un Servicio de Oncología Radioterápica. Podemos repasar los “post” anteriores del proceso: la primera consulta, la simulación, la planificación y la verificación y puesta en marcha del tratamiento.

Habitualmente los pacientes que reciben un tratamiento de irradiación radical tienen que acudir a múltiples sesiones de tratamiento diario de lunes a viernes que suelen durar de media unos 15 minutos. Cada mañana al arrancar el acelerador, se deben realizar unas calibraciones y verificaciones para asegurarnos de que todo funciona correctamente y debe ser supervisado por un Radiofísico. El día del inicio de tratamiento puede ser un poco más largo pues se comprueba que lo planificado se puede reproducir fielmente, se realizan pruebas de imagen de verificación y si todo está bien se da el visto bueno y se procede a proseguir con el tratamiento. A veces, se producen pequeños errores corregibles que nos obligan a dedicar más tiempo a ese paciente, o puede ocurrir que por las características del paciente o de su tratamiento sea necesaria la presencia física del radioterapeuta que puede estar ocupado en otras funciones importantes. Otras veces el acelerador lineal puede sufrir una avería menor o mayor que debe subsanarse por los profesionales correspondientes, pues son máquinas altamente sofisticadas y con múltiples mecanismos de seguridad, siendo muy susceptibles de precisar paradas técnicas. A todo esto hay que sumar que hay pacientes que reciben quimioterapia concomitante, es decir, a la vez que la radioterapia y deben acudir a ponérsela en un Servicio de Oncología Médica que está alejado. La gran mayoría de los pacientes acuden a tratamiento de forma ambulatoria a través de ambulancias colectivas que recogen a varios pacientes que viven en zonas rurales próximas.

Todo esto viene a colación por las reiteradas quejas de los pacientes en cuanto a los tiempos de espera. A todos nos gustaría que llegase el paciente, le aplicásemos el tratamiento y no tuviera que esperar es la sala de espera demasiado. Esta es la situación ideal, pero hemos de ser comprensivos y entender que hay muchas variables que hacen imposible contentar a todos. Se respeta un orden de programación, pero cualquier contratiempo de los anteriormente aquí expuestos puede alargar ese tiempo de espera. Hay que sumar además la fuerte presión asistencial a la que nos encontramos crónicamente sometidos.

La sala de espera debería ser un espacio de espera tranquila y porque no, provechosa. Los pacientes y acompañantes deben ser cuidadosos con sus comentarios, especialmente en lo que respecta a una enfermedad tan sensible como el cáncer. Se puede hacer mucho daño (imagino que sin querer) con el lenguaje empleado. Cada paciente es un mundo. Cada cáncer es diferente. Cada experiencia es individual. La transferencia de información es una opción personal. No valen las comparaciones, tampoco los comentarios poco constructivos. En una sala de espera hay multitud de vivencias y cada paciente tiene una forma de afrontar su enfermedad. Algunos necesitarán hablar de ella, otras preferirán mantenerse en silencio. Respetemos por favor a todos y cada uno de ellos. Tomemos conciencia de lo que vamos a decir y la repercusión que puede tener en el otro. Siempre se puede sonreir con complicidad, hablar del tiempo que hace o de temas intrascendentes antes de meter la pata con comentarios dolientes y que no aportan absolutamente nada.

Igual esta reflexión puede servir para adecuar nuestras frías salas de espera, hacerlas más acogedoras, al igual que ya se ve en las salas de espera pediátricas donde hay pequeños parques o pupitres para dibujar. Podríamos convertirlas en un espacio de ocio para la lectura,  no sólo de revistas del corazón y dominicales retrasados, sino también por qué no de libros, música, televisión, wi fi, café, etc. Lo importante es que el ambiente sea propicio para que esa sala no produzca angustia o desasosiego, sino confort y bienestar.

Y ahora me atrevo a preguntar ¿qué echan de menos en las salas de espera, qué podríamos hacer para mejorarlas? Espero curiosa los comentarios. Les propongo una canción a modo de “hilo musical”.

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