Cineterapia oncológica: La fuerza del cariño (“Terms of Endearment”) EEUU, James L. Brooks, 1983)

“La fuerza del cariño” es una película que encierra tres narrativas en una. Por un lado está la relación de Aurora, interpretada por la magnífica Shirley MacLaine, una mujer que enviuda prematuramente y su hija Emma, encarnada por una jovencísima Debra Winger. Madre e hija están muy unidas presentando una gran complicidad en todo el relato cinematográfico. Tienen puntos de vista muy distintos respecto al amor y a la vida. 

Por otro lado está la siempre enfrentada relación de Aurora con su yerno Flap (Jeff Daniels) al que no le ve con buenos ojos pues piensa que no será el buen marido que ella cree que su hija necesita. Aurora es una madre obsesionada por el bienestar de su hija. Da la sensación en que al menos en alguna medida, que más que quererla, se ama a sí misma reflejada en la chica. Esa ofuscación pesará como un inoportuno lastre a lo largo de la vida de Emma. No es que falten consejos apropiados e incluso muy visionarios, pero a veces se ha de dejar que los hijos cometan sus propias equivocaciones. Flap resulta un hombre tremendamente inestable, infiel y con grandes dificultades para cuidar de sus hijos.

Por último aparece en escena una tercera relación, la de Aurora y su vecino Garret (un canalla y genial Jack Nicholson), un ex-astronauta alcohólico y mujeriego que acaba también por encandilar a la aparentemente distante protagonista. Una historia de amor poco convencional y sorprendente.

En estos tres escenarios la vida va desarrollándose, en parte con las subidas y bajadas propias de toda existencia. En los minutos finales del largometraje algo se trunca. Emma es diagnosticada de un cáncer de mama avanzado. Es entonces cuando cobran protagonismo los hijos de Emma cuyo sufrimiento se hizo patente ya antes de este suceso, al ser testigos de las contínuas peleas maritales. Aquí empiezan a ser conscientes, especialmente los dos mayores, de que su madre va a marcharse de este mundo prematuramente. Emma con este acontecimiento se ve obligada a madurar a gran velocidad. Su principal preocupación es el futuro de sus tres hijos y consigue incluso en los últimos momentos, extraer el lado bueno de su marido.

Lo más bonito de la película es esa relación madre-hija porque a pesar de las diferencias y dificultades siempre acuden la una a la otra, dando sentido al título de la película. Resulta especialmente desgarradora la escena de la madre pidiendo a gritos un calmante para su hija ante la aparente deshumanización de una enfermera que le espeta con un “no es mi paciente”, como si eso fuera suficiente para no empatizar y escudarse frente al dolor ajeno.

Se trata de una tragicomedia que sondea por los resquicios de la vida con pequeños destellos de felicidad, sin entrar en grandes trascendencias, pero con un trabajo interpretativo que bien le valió once nominaciones a Óscar, cinco de ellas materializadas en la preciada estatuilla. A mi personalmente me sobrecogen los ojos y la espléndida sonrisa de Debra Wigner en este papel de Emma, pues a pesar de su juventud borda el personaje incluso en el lecho de muerte como lo hiciera también en el posterior y genial papel de Joy Greshan en “Tierras de Penumbra”.

Les dejo con unas escenas del filme con banda sonora de fondo 

     

Por favor, valora el artículo

Cineterapia oncológica: Tierras de penumbra.(Shadowlands) Reino Unido. Richard Attenborough. 1993 5/5 (1)

“Tierras de penumbra” es un largometraje británico dirigido por Richard Attenborough en 1993, de corte muy elegante y cuidado que le valió dos Premios BAFTA y dos nominaciones a los Oscar, así como otros importantes galardones y nominaciones. Ambientada en los años 50, narra parte de la biografía real de  C.S. Lewis, encarnado en el actor Anthony Hopkins, profesor de literatura en Oxford y un reputado escritor (conocido en España especialmente por ser el autor de la que luego trascendería en formato de película, Crónicas de Narnia). Él es un hombre soltero que vive con su hermano de forma casi monacal, totalmente desconectado de la realidad, encerrado en el mundo de la enseñanza y de los libros. Un día irrumpe en su vida una espontánea Joy Gresham encarnada por Debra Winger, una poetisa estadounidense divorciada y gran admiradora suya, que está de viaje por Inglaterra con su hijo Douglas y que desea fervientemente conocerlo en persona.
C.S. Lewis coge un tren tardío. Tras un tiempo de relación epistolar y con la vuelta de Joy a Londres contrae un matrimonio de conveniencia para que pueda ella obtener la nacionalidad británica. Se entabla una curiosa relación platónica por el contraste entre la personalidad de ambos. Ella es diagnosticada de un cáncer óseo que hace temer por su vida de forma inminente. Nace entonces una conmovedora de amor con mayúsculas que el propio autor en su día describió en su libro  “Una pena en observación“. C.S. Lewis decide entonces casarse en una ceremonia religiosa prácticamente “in articulo mortis“. Sin embargo, Joy mejora de forma inesperada gracias a la aplicación de un tratamiento con radioterapia, con curiosas imágenes sobre la especialidad naciente en aquel entonces y les concede un tiempo de felicidad que aprovechan en forma de un viaje a Irlanda.

Anthony Hopkins, sin ninguna duda, nos deleita con una clase magistral de interpretación sobre el dolor y el sufrimiento que queda grabada en la retina del espectador hasta mucho después de acabada la película. Hay altas dosis de emotividad, pero no deja regusto amargo, sino que nos regala ante todo el ejemplo de un gran ser humano y escritor. No dejen de verla.

“El dolor de hoy es parte de la felicidad de ayer” C.S.Lewis

Por favor, valora el artículo