Cineterapia oncológica: La música nunca se detuvo (“The Music Never Stopped”) EEUU, 2011, Jim Kohlberg 5/5 (4)


“La música nunca se detuvo” es una película basada en el estudio de un caso clínico publicado por el neurólogo inglés Oliver Sacks que lo materializó en el libro titulado “El último hippie”. Está ambientada en la década de los años 80 y retrata un conflicto generacional clásico que se remonta a los felices años 60. Gabriel, interpretado magníficamente por Lou Taylor Pucci, es hijo único de una familia de clase media americana. Es un joven vitalista y amante del rock, vocalista de una banda de música en su barrio, cuyos ideales le llevan a un choque cultural infranqueable con sus padres Henry y Helen Sawyer (interpretados por J.K Simmons y Cara Seymour) que le obligan a marcharse de casa. Gabriel desaparece de la vida de sus padres durante casi 20 años y el reencuentro se produce en un hospital debido al diagnóstico de un tumor cerebral. Debido a la localización del tumor, Gabriel es incapaz de distinguir el pasado del presente. Lo único que le mueve, le emociona y le hace recordar es la música que él escuchaba en esa época: Bob Dylan, Los Beatles, Los Rolling Stones, Crosb, Stills & Nash, Buffalo Springfield y muy especialmente los Grateful Dead. Dado que la neurología no consigue dar herramientas ni respuestas a la demanda de sus padres para comunicarse de forma eficaz con su hijo, su padre consigue encontrar una terapeuta musical, interpretado por Julia Ormond, para que le ayude en ese difícil camino. Y aquí se obra un pequeño milagro que emociona al espectador.

En el filme se habla de un tumor benigno, pero a juzgar por la única imagen de TAC que aparece y su gran tamaño es posible que se trate de un glioma de bajo grado o intermedio. Son tumores de crecimiento lento o silente, pues apenas dan sintomatología y cuando la dan es debido a un tamaño importante o porque ha cambiado su grado de malignidad, pudiendo ocasionalmente convertirse en gliomas de alto grado o glioblastomas. El tratamiento en los gliomas de bajo grado es la cirugía, como en el caso que aquí se presenta y la radioterapia se reserva para los de mayor grado tras la cirugía.

Una de las cosas más bonitas que nos muestra la película es la capacidad que tiene la música para transportarnos a recuerdos lejanos, revivirlos y emocionarnos. Creo que es algo que muchos de nosotros hemos experimentado y ese vínculo funciona en ocasiones de una forma, me atrevería a decir, casi mágica. Una escena curiosa de la película es ver a Gabriel pasar de un estado casi catatónico a una respuesta emocional sorprendente al tocar con una trompeta que le deja su padre el inicio de “La Marsellesa”. Ante esta señal, la terapeuta musical le pone un disco de dicho himno e inicialmente Gabriel se emociona, pero luego le sobreviene un malestar que nos resulta incomprensible. Por obra de la casualidad y cierta perseverancia de la terapeuta logra encontrar una respuesta a ese comportamiento. El himno de “La Marsellesa” es el preludio de la famosa canción de los Beatles “All you need is love”. Al escuchar sólo el himno, Gabriel se sentía frustrado porque no era esa la canción que quería escuchar, sino la de los Beatles. Al ponerle el vinilo con la canción, Gabriel se emociona y empieza a hablar minuciosamente de sus sentimientos remontados a esa época.

En secuencias retrospectivas, conocemos el amor a la música que esta familia comparte. Surge tensión cuando las preferencias musicales de adolescente de Gabriel por los Grateful Dead chocan con los gustos de Henry por Bing Crosby. Henry de la vieja guardia, sencillamente no capta la onda de su hijo. La música despierta a Gabriel pero no cualquier música; tiene que ser rock de los 60. Así que el padre, que desea desesperadamente reconectar con el hijo a quien echó de la casa, deberá aprender a amar la música que ocasionó el distanciamiento. El curso de inmersión de Henry en la música de los 60 le da al director Jim Kohlbert una excusa para tocar una lista extraordinaria de canciones que serán un nirvana para cualquier amante de la música.

Henry, papel genialmente interpretado, es un hombre que carga con el peso de su arrepentimiento y le lleva a uno lleno de esperanzas. Otra particular escena final, memorable y preciosa de la película es la que se nos presenta a un Henry sesentón con una camiseta y un pañuelo teñidos al estilo hippy divertiéndose de lo lindo con su hijo en un concierto de los Grateful Dead. Una de las mejores cosas de esta película es la manera en que actúa de forma propia la musicoterapia sobre el espectador, pues deja a la audiencia perdida en sus propios recuerdos.

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