Relato de verano. La consulta (I)
Ella se levantaba muy temprano. Le gustaba el silencio del amanecer. Tan sólo apreciaba ligeramente el murmullo de la respiración durmiente del resto de los habitantes de su casa. Desayunaba tranquila, pausadamente. Después se preparaba para el día y dejaba todo dispuesto para los que aún dormían apacibles. Se aseaba, se arreglaba, se vestía y repasaba mentalmente las tareas que le aguardaban. Se dirigía al garaje y conducía hacia el hospital escuchando música. Ésta le animaba a empezar el día. Veía asomar el sol. Al salir del coche sentía brevemente el frío de esas horas tempranas en el rostro.
Saber desconectar para conectar
He escrito este “post” porque voy a tomarme un tiempo de sana y necesaria desconexión digital para coger carrerilla y empujar con ganas el nuevo curso que en septiembre se avecina. Aprovecharé estos días para inspirarme, para leer esos libros pendientes, para reconciliarme y fundirme en un baño con mi añorado mar Mediterráneo, para disfrutar de la compañía de mi familia, para el reencuentro con viejos amigos, para hablar otras lenguas que tengo algo oxidadas en mi cerebro y para poder dar, en definitiva, un 100% en cuerpo y alma.
Dejo en puntos suspensivos la posibilidad de publicar algún “post” liviano en lo que queda de agosto. No me echen de menos y disfruten por favor del tiempo libre. Que la vida son dos días y uno ya ha pasado….
Mis maestr@s
En mi recorrido como médico he tenido muchos maestros, en gran parte debido a la vida profesional un tanto nómada que me ha tocado vivir. No me arrepiento de ello, muy al contrario, creo que me ha enriquecido. He aprendido mucho de muchos. Con esos “maestros” he compartido las fatigas cotidianas, las ganas de trabajar, las preocupaciones por los enfermos, los cambios, las incertidumbres, agradables tertulias, muchas risas y también por qué no algún llanto de rabia, de impotencia o simplemente tristeza que a veces también tenemos derecho a concedernos. De todos y cada uno he recogido enseñanzas que he ido agregando en mi particular mochila de la vida y que las voy sacando a medida que las voy necesitando. Es siempre bueno tener referentes, aunque discrepes o debatas con ellos. Si te rodeas de “buena gente” y buenos maestros la influencia es siempre positiva, prácticamente fluye sola, casi sin querer.
Mis primeros maestros en esta aventura de la Oncología Radioterápica fueron el Dr Agustí Valls y el Dr Manuel Algara. Eran tiempos en que contábamos con muy poquitos medios, el trabajo se podría decir que era casi artesanal. Tratábamos a un gran número de pacientes de la mejor manera posible con lo que teníamos. Recuerdo que Agustí me decía: “se aprende a capar cortando cojones”. Puede sonar una frase un tanto grosera y contundente. Pero era verdad, tenía que pasar por la experiencia de tratar a los enfermos con mis propias manos. De él heredé el gusto por la Hematología, pues él había compartido trabajo anteriormente con los Dres Cyril Rozman y Albert Grañena del Hospital Clínic de Barcelona. También recibí de él grandes clases de Radiobiología que representa junto a la Radiofísica las bases de esta curiosa especialidad. Fue mi jefe y sin duda mi primer gran maestro. De Manuel aprendí lo que es trabajar con tesón, de forma casi incansable. Se preocupó por mimar mi formación y de que tuviera las ideas muy claras. Me enseñó mucho sobre el arte de presentar y de escribir artículos médicos. Recuerdo también una frase muy suya: “el médico residente ha venido al mundo para sufrir y el médico adjunto….para seguir sufriendo”. Hay mucho de verdad en ello.
Después de acabar la residencia y empezar como médico adjunto he tenido la oportunidad de conocer a estupendos profesionales. Del Dr Carles Conill del Hospital Clínic aprendí a no rendirme, a creer en mi misma y a dar lo mejor. Me dió grandes dosis de sabiduría y humanismo mezclados a partes iguales. De él he copiado la frase que me repetía muchas veces: “Doctora, no hay enfermedades, sino enfermos”.
En el Hospital Plató tuve la oportunidad de conocer a dos grandes personas que son el Dr Agustí Pedro y el Dr Antoni Vila. Nunca podré agradecerles lo suficiente su apoyo y confianza. En el Hospital Mútua de Terrassa conocí a los oncólogos Dr Lluís Cirera y el Dr Romà Bastús. De ellos aprendí mucho sobre la prudencia necesaria en oncología, a no ser oncólogo del último estudio y saber esperar a que los acontecimientos nos dieran o no la razón. Su forma de pensar algo más conservadora a lo que yo estaba habituada me dió una visión diferente y me aportaron mucho en el valor que ofrecía también la paliación. También compartí un tiempo corto pero intenso con la Dra Àngels Arcusa, una mujer y madre incansable con una capacidad de trabajo fuera de serie. En Valladolid inicié otra andadura casi en solitario, pero conté con los consejos, la ayuda, el aprecio y la comprensión del Dr Francisco López-Lara. En Palma de Mallorca tuve a dos buenos compañeros de fatigas: el Dr Ignacio Alastuey y la Dra Lucía Bodi. Ignacio es un lector y cinéfilo infatigable y Lucía representa para mi la bondad y la discreción personificada. Conservo un buen recuerdo de ellos y espero que ellos de mi también. Compartimos mucho.
Ahora me encuentro en Burgos en un servicio integrado por cinco mujeres, liderado por la Dra Mercedes Teijeira, una mujer con una gran capacidad de trabajo, incluso “multitarea” y a la que no le importa arremangarse a trabajar si hace falta. Algo siempre admirable y que no deja nunca de asombrarme.
Evidentemente hay muchos más compañeros que no están nombrados aquí, tanto médicos como radiofísicos de los que he aprendido y sigo aprendiendo mucho. La lista se me antojaba un poco larga e incluso temía dejarme a alguien y no hacer justicia. Ellos saben que también están en mis pensamientos.
Por último he de nombrar a todos esos “anónimos” maestros de mi día a día, a los que me encuentro en este devenir digital. No paro de aprender y de disfrutar de ellos a través de sus blogs, sus tuits, sus whatsapps o sus e-mails. Y es que el mundo no para de cambiar.
¿Qué hace el personal auxiliar en Radioterapia?
Vamos a explicar en esta entrada qué hace el personal auxiliar en Radioterapia. He hablado en anteriores entradas de este blog del papel de otros profesionales y su importancia en la aplicación de nuestros tratamientos a los pacientes: los técnicos de radioterapia, los radiofísicos y la enfermería.
Existen además otros muchos actores en nuestro escenario cotidiano que son igualmente importantes y hacen que nuestra labor sea más llevadera. En este equipo hay varios profesionales y espero no dejarme a ninguno en el tintero:
– Los celadores:
Son los encargados de acompañar a los pacientes y ayudan a movilizar especialmente a aquellos que por el motivo que sea no son válidos o tienen alguna dificultad para moverse con soltura. Realizan además otras tareas como llevar las muestras de sangre u otros al laboratorio, revisar el correo ordinario, etc.
– Las auxiliares de enfermería:
Se encargan habitualmente de reponer el material que se precise, revisan que las consultas estén en orden y colaboran con la enfermera en el cuidado del paciente
– El personal auxiliar administrativo:
Realizan tareas burocráticas y administrativas: realización de informes, canalización de algunas pruebas o tratamientos no disponibles en nuestro centro, colaboración en la realización de estadísticas del servicio, atención telefónica, etc.
– Las limpiadoras:
Este suele ser un personal poco valorado, pero imprescindible en un Hospital, pues mantienen limpios y aseados nuestros puesto de trabajo, los pasillos, vacían las papeleras, mantienen impolutos los baños, etc
– El personal de mantenimiento:
Desde una bombilla que no enciende ,arreglarte un cajón que no cierra, colocar una estantería, una toma de vacío o de oxígeno que no funciona. Siempre necesitamos a un “manitas” o a alguien capaz de “arreglar las cosas”.
– El personal de informática:
La historia clínica en papel ha desaparecido. Ahora tenemos la historia clínica digital. ¿Qué hacer si se nos “cuelga” el sistema, no podemos ver en pantalla las pruebas complementarias o si nos falla repetidamente el ordenador? Pues llamar al informático. Otro actor que se convierte en muchas ocasiones en un imprescindible.
– Los técnicos o los ingenieros de las unidades de tratamiento y simulación
Las sofisticadas unidades de tratamiento como los aceleradores lineales de electrones precisan de personal técnico (habitualmente ingenieros) altamente cualificados para que procedan a las revisiones oportunas . de igual modo que hacemos con nuestros vehículos. Ellos nos pueden solucionar la papeleta cuando “la máquina” deje de funcionar ya sea por una causa mecánica, eléctrica, de software o de hardware. Tener un buen Servicio técnico es muy importante para que haya el menor número de interrupciones de los tratamientos.
– Los técnicos de transporte sanitario
Son conocidos popularmente como los “ambulancieros”. La radioterapia se administra habitualmente de forma ambulatoria. Muchos pacientes viven el pueblos perdidos con poco o ningún transporte público y malas comunicaciones. Las ambulancias colectivas ofrecen un servicio al paciente que le permite acudir a tiempo a las sesiones de radioterapia para luego volver a casa. A veces recorren muchos kilómetros, conducen en condiciones climatológicas muy adversas y se juegan la vida en la carretera. Tienen que coordinar el transporte de muchas personas y ello aunque cause las lógicas molestias hay que ponerlo en valor.
– Los guardas de seguridad:
Son los que vigilan y guardan por nuestra seguridad. Los Hospitales no son inmunes a los “cacos” y tampoco por desgracia a la presencia de algún personaje violento. Son los “polis buenos” de esta película, aunque a veces les toque por diferentes razones de hacer de “polis malos”. Espero no encontrarme nunca en la tesitura de tener que llamarles por temer por mi integridad física. Me consta que algún compañero sí ha necesitado de ellos y debe ser una situación angustiosa y desagradable que precisa ser manejada rapidez y mano izquierda.