Cineterapia oncológica: Cosas que importan (“One True Thing”. EEUU. Carl Franklin, 1998) 5/5 (1)

Cosas que importan (One True Thing, en inglés) cuenta la vida de Ellen (Renee Zellweger), una joven periodista que trabaja en un importante periódico de Nueva York. A lo largo de la película Ellen  presionada por su padre (William Hurt), tiene que regresar al hogar familiar para ocuparse de su madre (Meryl Streep), gravemente enferma de cáncer, a la que la quedan tan solo unos pocos meses de vida.

Ellen Gulden es una escritora que trabaja bajo una gran dosis de presión para la revista “New York”. Al comenzar la película visita a su familia para dar una fiesta sorpresa de cumpleaños a su padre. Se hace evidente que Ellen admira profundamente a su padre, George (interpretado por el gran William Hurt), un novelista otrora famoso y profesor de Universidad. A su vez ella siente un cierto desprecio por su madre, Kate (interpretado por la camaleónica Meryl Streep), pues no comprende, ni le gusta, ni valora la vida doméstica que vive. Cuando se descubre que su madre padece cáncer, su padre insta a Ellen con una gran dosis de chantaje emocional para que cuide de la casa y de su madre. Ellen está sorprendida por esta petición, ya que él sabe que podría poner en peligro su carrera profesional y su vida personal en Nueva York. Finalmente y a contrapelo Ellen accede a las peticiones de su padre.
 
Ellen ayuda a su madre en las tareas domésticas, mientras su padre va a lo suyo sin ayudar mucho, como desentendiéndose. Ellen comienza a reevaluar sus puntos de vista que hasta ahora tenía sobre sus padres. Se da cuenta de que ella siempre dejó de lado a su  madre y había idealizado a su padre. Empieza a ver a su padre como un ser egoísta centrado en sí mismo, en su carrera y además descubre que desde hace mucho tiempo tiene aventuras amorosas con sus alumnas.
 
Ante este escenario insólito para Ellen, intenta encontrar un lugar para ella en la vida de sus padres, mientras lucha por seguir escribiendo de forma “freelance” y a su vez mantener la relación con su novio en Nueva York. Con el tiempo, Ellen crece más cerca de su madre y aprende más acerca de sus padres y de su matrimonio. Descubre que su madre sabía todo sobre los asuntos de George desde el principio. Ellen también descubre que los días del mujeriego de su padre, se han convertido en noches solitarias para beber en un bar local y así adormecer el dolor de no poder alcanzar de nuevo el éxito sin ser ni siquiera capaz de completar más novelas. George confiesa a Ellen que la razón por la que le gustaba su madre era porque llenaba de luz todo lo que hacía y no podía soportar la idea de que su luz se estuviera escapando. En el lecho de muerte Ellen le dice a su madre que la ama y ​​ella le responde que lo sabía y que siempre lo había sabido.
 
Después de la muerte de Kate, la autopsia revela que Kate en realidad murió de una sobredosis de mórficos, por lo que el abogado de distrito investiga a Ellen acerca de la muerte de su madre. Escenas de esta entrevista se intercalan a lo largo de la película. En la escena final junto a la tumba de Kate, Ellen ha regresado de un nuevo puesto de trabajo se encuentra en Nueva York con el rotativo “The Village Voice”. Ella planta narcisos cuando ve que su padre se acerca, siendo éste su primer encuentro desde el funeral. George le dice a su hija que fue muy valiente para hacer lo que hizo. Sufre un desconcierto hasta que cae en la cuenta de que George piensa que ella había dado a su madre la sobredosis fatal. Ellen responde que ella había pensado que el cómplice era su padre. En ese momento ambos descubren que Kate se suicidó.
 
George habla a Ellen de lo mucho que amaba a su madre, teniendo en cuenta que era su musa , su “One True Thing”. Al terminar la película, Ellen está explicando a su padre cómo plantar los bulbos de narcisos y él está ayudando, presagio al parecer de una reconciliación basada en el mútuo cariño a Kate.

Se trata de un gran melodrama hecha con una interpretación magistral tanto de la protagonista como del resto de actores de reparto. La caracterización y la interpretación de Meryl Streep son verdaderamente sublimes. Las interpretaciones de Reneé Zelleger y William Hurt no se quedan atrás. La película además pone sobre el tapete el sempiterno dilema sobre la muerte digna y el suicidio, dejando la puerta abierta a una profunda reflexión moral. 

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Cineterapia oncológica: Cartas al cielo (“Letters to God”, EEUU. David Nixon. 2010) 5/5 (1)

Cartas al cielo (Patrick Doughtie y David Nixon, 2010) es una película basada en hechos reales. Tyler Doherty interpretado exquisitamente por Tanner Maguire es un niño de 8 años enfermo terminal de un particular cáncer del sistema nervioso central (meduloblastoma). El protagonista de esta historia logra conmover a su familia, amigos y vecinos e inspira esperanza a todo aquel con el que tiene relación.
En el largometraje tiene una especial relevancia el hecho de ver cómo repercute la enfermedad y la actitud de Tyler en cada uno de los miembros de la familia. Su hermosa madre es también enfermera y para colmo ha enviudado demasiado joven. Ahora lucha en contra de una situación contra natura como es la de ver que un hijo enfermo se le va. Lucha como sabe y puede. Su hermano mayor de 16 años está sobrepasado por tanto dolor. Destaca una fuerte y siempre presente abuela. En el guión se cuela un cartero sustituto, Brady McDaniels interpretado por Jeffrey Johnson. Brady se siente tremendamente solo y ahoga sus penas en alcohol. Aún le quedan secuelas psicológicas de haber participado en la guerra de Irak. Se ha divorciado y ha perdido la custodia de su único hijo. Este peculiar cartero sufre una importante transformación al conocer a Tyler que le inspira a buscar una vida mejor para él y para el hijo que perdió.
La película comienza con un típico barrio residencial de EEUU y un feliz cartero repartiendo y recogiendo la correspondencia de los vecinos a los que conoce bien. Muy a menudo recoge cartas de un niño con esta dirección: “To God, From Tyre” (Para Dios, de Tyre).

Tyre aparece con una cicatriz vertical occipital y con la típica alopecia de los niños neoplásicos. Tyre también explica sin pudor a la vuelta al colegio sus tratamientos: la cirugía, la quimioterapia y también la radioterapia. Es sorprendente lo bien que se aproxima el filme en este caso a la realidad, pues explica magníficamente en qué consiste la radioterapia, para qué sirve y las secuelas que se esperan. No es frecuente este hecho en la gran pantalla y me ha sorprendido gratamente. Dice el protagonista con toda naturalidad que igual no será tan alto como sus amigos de su edad.

Resulta muy conmovedora la voz en off del protagonista en muchos pasajes: “Hoy he aprendido una palabra nueva: meduloblastoma”, “Me alegro mucho de haber vuelto a casa desde el hospital. Pero sobre todo me gustaría que mi madre volviese a reír. Es lo que más echo de menos”.
Hay hermosas escenas para recordar como la vuelta a clase con la duda de algún compañero sobre si el cáncer es o no contagioso, los miedos lógicos de Tyre sobre el qué dirán. Los momentos con su amiga Sam son casi mágicos. Su sonrisa llena la gran pantalla, su aspecto vivaracho con gorro y aspecto rebelde atraen al espectador. Las reflexiones que le proporciona el gruñón abuelo de Sam nos trasladan a otro mundo increíble.

En todo este entramado hay un hilo conductor: las Cartas a Dios. Cartas escritas por un niño desde el corazón, con toda su ternura, su significado y su trascendencia. Es posible ver en la película un trasfondo religioso, pero no molesta. Podemos ver que a pesar de las creencias, todos tenemos dudas sobre las mismas cuestiones, las mismas preguntas sin respuestas. Con el sufrimiento y la muerte inminente e inevitable de Tyler surge la espiritualidad, el trasfondo, el verdadero sentido de la vida transmitido a través de unas sencillas cartas. Cartas que se convierten en una esperanza contagiosa.

Cartas a Dios es una película sensible, bien llevada y tremendamente emotiva. Es de esas películas en las que conviene llevar pañuelo en mano.

La película termina con un emotivo y curioso epilogo, con el antes y el feliz después de historias reales de cáncer: leucemia linfoblástica aguda, linfoma de Hodgkin, tumor cerebral, sarcoma de Ewing, cáncer de ovario, cáncer de mama, cáncer de próstata, etc.

Y acaba con el letrero: “Si el cáncer ha tocado tu vida de algún modo y necesitas apoyo o ayuda visita www.lettertogodthemovie.com“.

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Cineterapia oncológica: La teta que os falta (España, César Ríos Aguilar 2012)

Carla es una joven mujer que ha superado una mastectomía por un cáncer de mama. Durante una cena especial de despedida con un grupo de amigos, los comensales se separan por sexos siendo inevitables las conversaciones paralelas de hombres y mujeres. Surgen espontáneamente temas de conversación cotidianos que ahora le afectan a Carla de una forma distinta por las circunstancias que les ha tocado vivir.

Carla prefiere sobrellevar sus cambios psíquicos y físicos con bastante discreción e intenta comportarse de igual forma a como era antes de la operación. En el cortometraje pueden verse muchos mitos y realidades, tabúes escondidos, grandezas y miserias humanas. Al final hay un pequeño show-espectáculo en el que ocurre algo inesperado. A partir de ese momento Carla renace, saca su yo más auténtico y femenino. Cogerá las riendas tomando cartas en el asunto. El título muy sugerente: La teta que os falta, nos invita a reflexionar sobre si la feminidad reside o no en ese lugar de la anatomía de la mujer.

Este cortometraje pretende ser un humilde homenaje a todos las mujeres que un día recibieron, por sorpresa, sumidas en una fuerte conmoción, el diagnóstico de un cáncer de mama y han tenido que ser sometidas a una mastectomía. Va dirigido a todas las mujeres que han sufrido y han tenido que superar las barreras físicas y psicológicas que conlleva esta enfermedad.

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Cineterapia oncológica: Biutiful (México, Alejandro González Iñárritu, 2010)

Biutiful es una película dirigida, coescrita y producida por el director mexicano Alejandro González Iñárritu y ambientada en la ciudad de Barcelona, Badalona y Santa Coloma de Gramanet. La película compitió por la Palma de Oro en el Festival de Cannes 2010, en el que Javier Bardem ganó el premio a la mejor interpretación masculina. Se estrenó en Cannes el 17 de mayo de 2010. El 14 de diciembre de 2010 recibió la nominación al Globo de Oro como Mejor Película en Lengua Extranjera y el 25 de enero de 2011 fue nominada en la categoría de Mejor Película de Habla no Inglesa en los premios Óscar.
“Biutiful” es todo menos una película bonita. El largometraje es un auténtico y sórdido drama ambientado en la Barcelona más suburbial y me atrevería a decir también la más cutre. Una lástima, pues hubiera sido un detalle mostrar en algún momento la belleza de la ciudad condal. Con este escenario el director se centra en la vida de Uxbal, papel impecablemente interpretado por Javier Bardem, un hombre con sus luces y con sus sombras, que lucha por mejorar la vida de sus dos hijos y que lidia con una esposa trastornada. Él anda en negocios sucios ganándose la vida con el tráfico de inmigrantes ilegales. Durante el relato es diagnosticado de un cáncer de próstata con metástasis óseas y hepáticas a quien su médico le pronostica unos meses de vida. En este oscuro ambiente, Uxbal busca reconciliarse con sus sentimientos de espiritualidad, culpabilidad y moralidad. Pasa por la conspiración del silencio, la negación, la ira, la tristeza y la aceptación de la enfermedad intentando construir maltrechamente un futuro a sus hijos.
Como ocurre en otras películas, el director cae en errores graves y poco creíbles sobre el cáncer de próstata. Uxbal representa a un hombre de unos cuarenta y tantos años. El cáncer de próstata es muy infrecuente a estas edades, pues su diagnóstico es más frecuente a partir de la sexta década de la vida. El primer síntoma que aparece en la película es una hematuria o sangre en orina y encima va acompañado en muchas ocasiones de incontinencia. Ambos síntomas son también muy peregrinos, pues el síntoma más habitual es la clínica obstructiva urinaria. La incontinencia podría aparecer si se hubiera sometido a una prostatectomía (extracción quirúrgica de la próstata). El protagonista debuta con metástasis óseas y hepáticas y le proponen de entrada un tratamiento de quimioterapia. El cáncer de próstata es hormonosensible y antes de dar quimioterapia siempre se ha de comenzar dando tratamiento hormonal. La evolución del cáncer de próstata incluso en estadios avanzados suele ser más prolongada que en lo que en la película se representa. Por último para el dolor Uxbal se inyecta un mórfico vía endovenosa (cual yonki inyectándose heroína), cuando lo habitual es hacerlo por vía oral, transdérmica o subcutánea que es menos tóxica y menos peligrosa.
Según los críticos: “No hay interrupción en la oscuridad tejida por Alejandro González Iñárritu en Biutiful, donde la paleta de colores que tiñe la miseria es alargada no ya como la sombra del ciprés, sino como varias ramblas puestas una detrás de otra. Biutiful tiene en Javier Bardem su principio y su final, la chispa que abre el círculo y el colapso que lo cierra, el todo y la nada y su absoluta razón de ser. Todo en Biutiful gira alrededor de Bardem, de tal manera, con tanta obsesión, que uno se pregunta qué sería de esta historia de pobreza, corrupción, enfermedad y amores imposibles (filiales o conyugales) sin el marchamo de Bardem. Y muy probablemente no sería nada”.

Los mundos de Uxbal avanzan aquí en forma lineal, con la excepción de algunos brotes de ciencias ocultas que el director ha tenido a bien inyectar en el guión. El pobre diablo encarnado por Bardem tiene el extraño poder extrasensorial de hablar con los muertos, y que a algunos de ellos los ve en el techo de su casa y todo.

Probablemente la película lanza sus mensajes sociales contra la miseria, la exclusión y la corrupción de los empresarios empeñados en exprimir las ubres de la economía sumergida en forma de inmigrantes hacinados y maltratados. 
En definitiva la crítica habla de ella como una película molesta, áspera y sin atisbo de concesiones que revuelve las tripas por la vía de los naufragios familiares y sentimentales, Biutiful es, según su director, “lo mismo que Babel solo que en un único lugar, una historia sencilla de la que he tratado de extraer toda la complejidad posible, una historia donde la noción del perdón es la clave de todo… porque es eso lo que nos falta en el mundo de hoy, el perdón.Y frente a todo eso, este personaje es todo lo contrario, está lleno de esperanza… creo que es mi película más llena de esperanza”. ¿Esperanza? ¿En Biutiful? Que venga Dios y lo vea.

Para mi lo mejor de la película es el trabajo interpretativo de Javier Bardem, ver su lado bondadoso como padre de sus hijos acompañándoles al colegio, ayudándoles en los deberes, preparando cenas e incluso consolando tiernamente a su hijo pequeño que padece una enuresis nocturna o ver cómo se funde en un abrazo con su hija cuando ésta se da cuenta que su padre está mal aunque el silencio lo invada todo. En definitiva, ver el lado más humano dentro de toda la miseria del protagonista.

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Cineterapia oncológica: Cartas a Dios. (“Oscar et la dame de rose”.Francia, Eric-Emmanuel Schmitt, 2009)

Oscar es un niño de diez años que está ingresado de forma prolongada en un hospital infantil por una leucemia. Ni sus padres ni los médicos se atreven a decirle la verdad sobre su enfermedad. Sólo Rose, la repartidora de pizzas vestida completamente de rosa fucsia, es capaz de ganarse su confianza y entretenerlo. Un día, le propone un juego: imaginar que cada día que pasa equivalen a diez años de vida, de modo que en unos días, Oscar alcanzaría una vida de 120 años. Además, para conseguir que el niño hable de sí mismo, le anima a escribirle a Dios. Él comenta que no sabe su dirección, así que Rose le propone enviarlas en un globo de helio hacia el cielo. En sus cartas, Oscar confiesa sus alegrías y sus penas, sus miedos, su primer amor, sus sensaciones ante el paso del tiempo. Así, entre Oscar y Rose se va fraguando una amistad muy particular.
Cartas a Dios (Éric-Emmanuel Schmitt, 2009) se basa en la adaptación del best-seller “Oscar et la dame de rose”, escrita por el mismo director en 2002 y que recibió el Hamburger Prize de la Academia de Medicina en Francia y se constituye en un libro de obligada lectura para aquellos profesionales que deban tratar con pacientes. De la pluma de este autor han salido obras como “Monsieur Ibrahim et les fleurs du Coran” llevada cine en 2003 por François Dupeyron (El señor Ibrahim y las flores del Corán) y de la dirección de este autor conocemos la obra Odette: Una comedia sobre la felicidad (2006). 

Cartas a Dios cuenta la historia de Óscar (el espectacular debut y frescura en la gran pantalla de Amir), un niño de 10 años afecto de leucemia(creo que es la enfermedad más cinematografiada) que permanece ingresado en un peculiar hospital infantil, capitaneado por el Dr. Düsseldorf (siempre brillante Max Von Sydow). En este hospital conviven niños con distintas dolencias: aparte de niños con cáncer, también hay una niña con síndrome de Down (esa cariñosa niña que siempre solicita un beso), otro con macrocefalia por hidrocefalia (Eisntein, un amante del ajedrez), otro afecto de obesidad mórbida (Palomitas, a quien se le describe como “98 kilos, 9 años, 1 metro 10 de alto por 1 metro 10 de ancho”), una niña con la tez azul afecta de una cardiopatía congénita llamada tetralogía de Fallot (la niña Peggy, su novia, de quien dice Oscar que tiene “la enfermedad azul y espera una operación del corazón que la vuelva rosa”), y otros más.

A Oscar, en su enfermedad, le duele más la conspiración del silencio de sus padres que su cáncer terminal, pues no son capaces de tratarle con normalidad y decirle la verdad. Se advierte el gran muro que se levanta en la ocultación de la información a un menor. Casualmente se cruza en su vida Rose (magnífica Michelle Laroque, uno de los personajes más sorprendentes y bellos que se hayan visto en mucho tiempo), una brusca y antipática repartidora de pizzas, cuya pequeña empresa se llama Pinky Pizzas. Tras ese encuentro, Oscar pide que la “señora de rosa” venga a verle. Ella no quiere y su inicial motivación es su negocio. Entre ellos se establece una relación magnética, entre fantástica y espiritual. Rose propone a Oscar que viva los próximos 12 días (del 20 de diciembre al final de año) como si cada uno contase 10 años: será la manera de aprovechar intensamente una vida que se marchita, de enamorarse y de comprometerse, de revivir la inocencia de la niñez y las tribulaciones de la adolescencia, la brillantez de la década de los veinte o los crisis de los cuarenta, hasta llegar a los achaques de la ancianidad. Todo ello con simpáticos diálogos que surgen entre ese niño-adulto y esa madre-amiga adoptada, intercalando sorprendentes escenas oníricas en el ring de luchadoras de pressing catch, así como los diálogos vibrantes entre Oscar y Rose (algunos diálogos de alto valor espiritual, con profundidad y con amor): 

– “Por qué no me dicen que me moriré?”, dice Oscar. Y Rose le contesta:”Y para que lo quieres, si ya lo sabes”.
– Cuando cuenta los aspectos de cada día como si fuera un década diferente de la vida y llega a comentar: “Tengo 33 años, un cáncer, una mujer en el quirófano. Así que sé lo que es la vida. Tengo miedo”; o “Querido Dios, como mola la vida en pareja, sobre todo cuando te acercas a los 50 y has pasado mogollón de pruebas”.
– Las palabras de Rose son bruscas al inicio de la película, pero profundas hacia el final del largometraje: “Usted no es Dios, su trabajo es reparar, es un hombre, sólo un hombre. Así que afloje un poco Dr Düsseldorf, relaje esa tensión y no se dé tanta importancia. Si no, no podrá ser médico mucho más tiempo”; o su epílogo: “Querido Dios. Gracias por conocer a Oscar, me ha llenado de amor para todos los años que me queden por vivir”.

Rose será quien le sugiera a Oscar que le escriba cartas a Dios pidiéndole un favor cada día, pero favores de tipo inmaterial. Con esta trama, Éric-Emmanuel Schmitt trata de esquivar el sentimentalismo instalándose en el realismo mágico, y tratar el dolor por la pérdida inevitable de la vida de un niño con una gran dosis de fantasía e imaginación. Cartas a Dios se convierte en melodrama filosófico-existencial, un canto a la esperanza para los que sufren, desmitificando el tema de la muerte, dándole una perspectiva más trascendental y menos materialista. Cartas a Dios añade una fotografía de colores luminosos y una magnífica banda sonora que trasmite serenidad y ensoñación, con escapadas de la imaginación para ver plantear, con otros ojos de emoción, el cáncer infantil. 

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