Querido F:
Parece que fue ayer y han pasado ya nueve años desde tu partida. Un suspiro para la mente. Todo un elenco de buenos recuerdos correteando desordenadamente se agolpan ahora en mi cabeza. Aquella mirada distraida, los gestos elocuentes, las sonrisas tímidas, los abrazos intensos, el aroma de tiempos pasados, las amenas conversaciones y también, cómo no, los incómodos silencios.
Y ahora, sentada aquí frente la pantalla en blanco me atrevo a declarar que añoro aquellos tiempos. El mundo ha cambiado mucho aquí abajo mi querido F, y no precisamente para mejor, como sería deseable. Se ha hecho extraño, distópico y ha perdido una parte del calor humano que le confería su encanto. Palabras como virus, pandemia, mascarilla, desinfección, confinamiento, cuarentena y distancia física de seguridad se han convertido en nuestro pan de cada día. Atrás quedaron los apretones de mano, los sentidos abrazos y no digamos ya los besos, que han quedado proscritos o aplazados “sine die”.
El hombre es el único animal que tropieza hasta cinco veces (o más, quién sabe) con la misma piedra. Perdón, quería decir con el mismo virus. Porque cinco son ya, las oleadas epidémicas. En todo el planeta y en consecuencia, también en nuestro país nos azota un inoportuno y puñetero virus que no nos deja vivir en paz. Dicen que ha venido para quedarse, pero sinceramente estaríamos mejor sin su impertérrita presencia. Y aunque muchos ya estamos vacunados, la vida se nos ha hecho más inhóspita, más gris y desgraciadamente más cuesta arriba.
Algunos pacientes infectados sufren como tú en su día, problemas respiratorios que les conducen a la UCI y a la necesidad de ventilación mecánica. Tú al menos, y eso me consuela, tuviste a los tuyos cerca. Te visitaron, te hablaron, te acariciaron y estuvieron siempre presentes. Muchos de los que ahora se van lo han hecho envueltos en una cruel y dolorosa soledad.
Hace nueve años te presentaba en mi primer “smartphone” a tu último nieto y a mis dos hijas, la mayor a punto de hacer la primera comunión. Viéndolos a ellos ahora nos hacemos conscientes del tiempo transcurrido y se nos antoja casi irreal. Ayer todavía cogía en brazos a mis pequeñas y hoy son dos mujercitas que empiezan a dar sus pasos hacia su propio camino. Reconozco cierta nostalgia de aquellos días.
Hoy me encuentro en Valencia. la tierra en la que encontraste acomodo en tus últimos años y que fue testigo de tu último adiós. Recorriendo sus calles me resulta imposible olvidarte y rendirte un humilde homenaje en tu aniversario. Te añoramos, te recordamos y confíamos en que allá donde estés puedas esbozar una sonrisa por los días vividos llenos de profundo cariño y gratitud.
Un abrazo.
Las personas queridas siempre vivirán en nuestro corazón✨💞
Abrazo inmenso.
Lola
Gracias Lola. Es verdad. Un abrazo.
De los que se van queda el recuerdo de haberles podido ayudar lo mejor que se ha sabido y podido. Esto da PAZ.
Muchas gracias Maria Jesús. Un abrazo.
Que bonitas palabras, es que el tiempo pasa y a veces nos topamos con unas bonitas historias de añoranza.
Muchas gracias Rosana. Un saludo.